lunes, 29 de julio de 2013

¿A que huelen las nubes?

Un inteligente y divertido artículo Cristina Fallarás, con "a" en la primera,  en el Diario.es,  me invita a reflexionar sobre la campaña de las asépticas compresas. Si me preguntasen a que huelen las nubes y yo estuviese en la gloria que es donde se preguntan estas cosas, respondería que huelen a coño. Y es que un mundo sin olor a coño sería un mundo sin aspiraciones.
Cada uno tiene sus propios ritos totémicos, en Galicia somos muy faloides, ponemos falos en las iglesias, en los hórreos - eso sí,  en el otro extremo ponemos una cruz- hasta a hablar le decimos falar. Yo en cambio siempre he sido coñoide, mi adoración al coño me hace poner una representación vaginal en bronce en los extremos de los hierros de las construcciones del mecano que es mi vida. Cuando construyo una barandilla le pongo peces cortando el acero, que dice mi Santa que si le pongo gaviotas parecemos del PP. Entonces la barandilla está llena de coños tumbados. 
Nunca viajé en nube, pero el metro y a veces los aviones no me huelen a coño, me huelen mal. El Poder también, lo contamina todo.

domingo, 28 de julio de 2013

EL TREN.

En el Instituto de Pontevedra estudiábamos mayoritariamente hijos de pobres que querían formar la clase media del país. A algunos nos era más duro que a otros. Terminar las clases y caminar cuatro o cinco kilómetros hasta nuestras casas, o plantar patatas antes de salir a las clases, empezando a las seis de la mañana y acabando a las ocho. Somos una generación de raros a los que nuestros padres decían que seríamos incapaces de tomar las riendas de nuestras vidas, de crear riqueza, de educar a nuestros hijos. Lo hicimos todo y cuidamos de ellos, generamos una sociedad de bienestar que una panda está empeñada en destruir mediante el robo legal.
Un grupo de voluntariosos consiguieron que cincuenta o sesenta alumnos del Instituto que nos desasnó en Pontevedra nos reunamos una vez al año. Nadie presume de objetivos vitales conseguidos, nadie desprecia a los que fueron jóvenes matones y hoy son viejos reflexivos. Contamos como fue el año, los achaques, las jubilaciones y los muertos por la vida y los excesos. Vamos a bailar a un desguace y nos emborrachamos prudentemente.
Este año no hay cena. Entre los muertos del tren había un apellido de nuestra lista, y no era uno de nosotros, que casi sería natural por edad. Era una de nuestros hijos, de los que siguen con nosotros después de carreras y doctorados, de los que pueden viajar, intentan trabajar, llevan bien lo de estudiar y salir, son guapos, saben lo que quieren. Mi amigo de chistes y una noche al año de risas pierde a su hija, pierde treinta años de amor, esfuerzo y cuidados. La pierden los suyos, pero la pierde la sociedad, la hemos perdido todos.
 Cuando una empresa para ahorrar costes no peralta una curva de una autovía, cuando una Entidad Pública de Gestión Privada proyecta una cosa y hace otra con el dinero de todos, que se va perdiendo por el camino, no solo nos estafan, a veces simplemente nos matan. Un abrazo, compañero.

A  M.A.D.

domingo, 14 de julio de 2013

IGNACIO LOMBA MARTINEZ, un guardés que me salvó la vida.

Foto:  http://www.fotocommunity.es/pc/pc/display/22520443. A Guarda. En el Tecla está uno de los asentamientos pre- romanos mejor conservados.


El "CARMEN PILAR" Imagen de Cesar Cadilla Lomba, del grupo FB "Barcos de A Guarda (Pontevedra)"

Cuando dejé de navegar de telegrafista estaba obsesionado por dos cosas: aprender algo de navegación y poder hacerlo en un barco de vela. Las funciones en los barcos son muy estancas, no se enseña a los de otro departamento, el interés de un Radio por cuestiones relacionadas con la máquina, los cálculos náuticos, la carga y los por qués de las cuestiones relativas a otros departamentos, era considerado por sus ocupantes como una especie de intrusión. Así que cuando dejé de navegar y ya con destino en el Servicio de Señales Marítimas compré un libro "Aprendiendo a navegar a vela", que enseñaba más o menos como manejar un "Snipe".
Fui al Náutico de Vigo, tomé las medidas de un Snipe, hice una orza de hierro y encargué una chalana de medidas parecidas,  con algo más de franco-bordo, a un carpintero de ribera de Vilanova de Arousa con cajetín para la orza y un timón parecido al del Snipe.  En un mes tenía barco, por diez mil pesetas compré en el Náutico velas, mástil y aparejo, los herrajes de un timón de Snipe me los vendió en inox uno de los Andrade. Le llamamos "Antares" a la chalana. Como entonces estaba purista decidí no comprarle un motor.
Durante dos fines de semana estuve practicando las enseñanzas del manual en la Ría de Arosa, durante el segundo incluso invité a cuatro personas, las maniobras salían según el libro. Al viernes siguiente decidí salir después de comer de Villanueva de Arosa a Sálvora, era el mes de abril del ochenta y dos u ochenta y tres. A las cuatro de la tarde con un quilo de manzanas, un cartón de ducados, un achicador hecho con una lata de aceite cortada, unos cartuchos hinchables de flotación, un cuchillo senegalés con su funda de cuero, un chaleco salvavidas y un traje de aguas. Salí hacia el SW por el "canal do Vao" donde hoy se encuentra el puente que une la península con A Illa de Arousa. Mi propósito era hacer noche en Sálvora y el sábado entrar en Vigo.
Antes de pasar el meridiano de Cambados ya el viento arreciaba mucho, arrié la mayor. Con el foque a un largo la "Antares" navegaba como un rayo. El viento se empezó a entablar de NE. Pasé rozando la isla para refugiarme en una pequeña cala que entre rocas  se abre al SE del faro. Cuando tesé la escota del foque para entrar en la cala y allí dejar amarrada la chalana, al pie del faro con un rezón, saltó el anclaje del estay, que había atornillado al pincho de la proa. El foque se disparó como un globo, pude cobrarlo a bordo arriándolo y cobrando escota.
Pero el viento me había echado sobre unas rocas que quedan entre aguas  al Sur del Faro, me parece recordar que se llaman los Bajos de la Pegar, donde naufragó el Santa Isabel con más de doscientas víctimas y donde se perdieron otros dos barcos. Son dos rocas gemelas separadas unos seis metros que velan en bajamar. Desmonté el timón y la orza. Monté los remos en los toletes y a favor del viento me colé entre las dos piedras. Las olas ya eran de más de un metro. Intenté remar contra viento pero era inútil. Fue imposible meter el timón en su sitio , las olas no dejaban meter los espigos en los tinteros, desistí e intenté gobernar con un remo, pero las olas y el viento no me permitían hacer un rumbo hacia dentro de la Isla de Ons, intente remar, pero el rumbo que hacía me echaba sobre las costa noroeste de la isla. La "Antares" a la deriva abatía hacia el WSW según mi estima por los faros, a unos dos nudos y medio. La corriente con la vaciante podría tener al menos un nudo en la misma dirección. Teniendo en cuenta todos los factores calculé que tardaría unos dos meses en llegar a la costa sur de Estados Unidos. Reagan en la Casa Blanca y yo sin pasaporte. Encendí un pitillo y pensé que la putada sería que llegase y me hiciesen volver.
 Me puse a hacer una muesca con el cuchillo en el roble del pincho de proa, ya era noche cerrada, el cuhillo no se hundía en la madera ni una décima de milímetro, pretendía amarrar un chicote y asegurar el estay, la muesca impediría al chicote zafarse. Extendí  y trinqué el foque sobre la botavara que aferré a la bancada, tratando de impedir la entrada de agua por la borda. Achiqué el agua que pude, me puse el pantalón de aguas y el chaleco salvavidas. A pesar de estos artilugios cuando venía una ola grande la chalana atravesada se inundaba, achicar, achicar, pelear por mi vida. El viento arreció y se puso del ENE. Durante la noche varios mercantes pasaron muy cerca, la chalana se metía casi de costado con la rompiente de su proa. Cuando les veía les hacía señales con mi linterna: SOS enfocada al puente, veía las luces del interior del puente y la derrota encendidas, tal vez un piloto automático y un Oficial de guardia midiendo las millas que el radar le marcaba hasta Finisterre. La mar iba a más . Pegué un mordisco a una de las manzanas que tenía bajo la popa y encontré al pie del mástil. Las botellas de agua estaban más cerca. Vomité todo enseguida. Seguía achicando el agua que las olas me metían. El día amaneció soleado. Intenté de nuevo hacer muescas en la proa para amarrar el estay, imposible. Pensé que los cuchillos senegaleses no estaban hechos para el roble gallego. Miré el cuchillo y la hoja ponía: Made in Japan. Lo único senegalés era la funda. Si me veo muy mal, me servirás para cortarme las venas, pensé. Me quedaban dos rutas de mercantes más. Mucho menos transitadas, una a cincuenta millas y otra a doscientas, esta última debe tener un barco a la semana, me dije. El viento fue a menos durante un rato, pero al cabo de una hora arreció poniéndose más de norte. Cada media hora achicaba agua, entre veinte y cincuenta litros. Con las manos congeladas la lata -achicador casi se me va por la borda. La amarré a la mano con un trozo de escota. Ya no tenía tiempo más que de achicar el agua que me entraba, breves periodos de descanso, que nunca me dejaron fumar un pitillo entero.
Intenté comer otro trozo de manzana, la mastiqué bien, pero sorbí su pulpa y la escupí, no vomité. Intenté dormir algo durante el día, pero no fui capaz de dormir mas de diez minutos. Me tumbaba en el plan (fondo) de la chalana, para darle más estabilidad, llevaba además la orza metida. Siempre que me quedaba dormido una ola nueva y hermosa llegaba y me empapaba. Seguí achicando toda la noche, me quedaba dormido y despertaba sobresaltado creyéndome en la proa de un mercante. Veía sus luces muy lejos, al Este. Solo era una ola. Pensaba en mi hijo de seis años, en mi matrimonio a punto de sucumbir.  Al amanecer del día siguiente vi una boya con banderines por el Sur, intenté remar hacia ella, la perdí por poco. Cuando hay una boya con banderines debajo hay  un aparejo de deriva, o un palangre. Siempre hay un pesquero que los recoje. Me entró un ataque de ira, debía haber comprado unos remos más grandes, y un motor, y un barco en condiciones o ir a la escuela de vela, o dedicarme a la cría de cerdos. Media hora mas tarde vi  un pesquero cuando la cresta de una ola grande me amplió el horizonte. Me puse en pié agitando los brazos. Inútil. Otra ola más grande casi me tira por la borda. Se me ocurrió meter el chaleco salvavidas rojo en el mástil izándolo  con la driza de la mayor. Lo pensé mejor, trabajosamente me saqué los pantalones del traje de aguas amarillo y los amarre por las piernas a la driza. Los icé.  Pasados unos diez minutos vi que el pesquero de unos veinticinco metros, se atravesaba a la mar mostrando su pantoque de ballena gigante y trabajosamente  cambiaba de rumbo ¡Venía hacia mi!. Cuando dio máquina avante,enterraba su proa en las olas gigantescas, pero me había visto.
Me sentía un campeón, me lanzaron un cabo y lo amarré a la bancada de proa, noté que casi no podía azocar el cabo, mis manos apenas respondían, aún no se hablaba de la hipotermia, morreu no mar ou morreu afogado, además, esas cosas no me pasan a mi. Cuando vino una ola grande y la chalana se puso a la altura del barco salté, pero mis piernas tampoco respondieron y me salvó que las manos ágiles y fuertes de dos marineros agarraron el chaleco salvavidas, la chaqueta de aguas y un brazo, quedé suspendido en el costado y me izaron en voladas dejándome en la cubierta. Di las gracias y me dirigí al puente, antes de decir una palabra el Patrón me preguntó:
-¿E lojo, a qué andas?.
 Me acordé de la historia de un náufrago, que recogido en una colchoneta hinchable en medio del Atlántico, tras partirse en dos su velero al ser preguntado pos sus salvadores: ¿Que hace aquí? contestó: Vendo biblias. Cosas de la mente. Contesté lo mismo.
-¿Estás ben?¿ Que queres? Preguntó con el acento peculiar de A Guardia.
 - Un güisqui.
-Juisqui non temos, temos Sansón.
-Pois un Sansón.
Me trajeron un Sansón con galletas que devoré. Las vomité en menos de un minuto.
Me identifiqué, pedí llamar por la costera al Faro para que avisasen a mi mujer y al Servicio que estaba bien.
Cogió el teléfono mi mujer. Le dije que había tenido un percance, pero que estaba bien.
-Que,¿Ya la montaste?.
-Pues si, estate tranquila. Hay mucha mar y tardaremos ....- el patrón enseñó dos dedos- dos días.
Tardamos tres.
Me llevaron a una litera y me arroparon, eran seis o siete hombres, todos mayores que yo y muy curtidos .El barco se llamaba "CARMEN PILAR". Habían acabado la licencia para pescar merluza en el banco sahariano y aprovechaban para pescar en aguas españolas, en las noventa brazas. Estábamos a unas treinta millas al oeste de Cíes. Yo creía que estaba más al Sur y no tan al Oeste. Estuvimos  dos días a la capa  antes de poder recuperar el aparejo. Los pasé durmiendo. Nos dejaron a la Antares y a mi en Vigo.
Durante algunos años seguí en contacto con  Ignacio Lomba, el patrón del CARMEN PILAR.  Siempre que podía acercarme a la Guardia iba a verle. Últimamente pasaron demasiadas cosas y demasiados años. Fui hace unos días. Me dijeron que había muerto.

Dedico esta historia a Manuel Otero, marino meticuloso y ordenado. Nunca le sucederá algo así.